Reflexiónes FKT Nevado de Toluca

 La montaña siempre da lecciones, incluso cuando crees que no te da ni una. Si de algo sirvió convivir con el Nevado fue encontrar ligereza, ligereza en la mente.
En la cotidianeidad me invadían con facilidad pensamientos que abrumaban mi disfrutar del momento. Pensamientos que conducían a la confusión y al sufrimiento.
Poco a poco gracias al lenguaje de las abruptas agujas, terreno descompuesto y soledad caí en razón de que para no distraerme con estos pensamientos debía hacer un compromiso, conmigo y con la montaña. Ese compromiso fue el de entregarme, entregarme a la montaña de la forma más sincera, no resistirme y entregarle lo que más me llamaba de estar ahí, que era el disfrutar, divertirme y sonreír.
Con este lenguaje el del disfrute de manera respetuosa y sabedor de mil límites técnicos. Cada entrene, cada momento en soledad fue un avance y el día del intento la mente estaba calmada, clara, ligera. Todo fluyó, con mucha seguridad en manos y pies avance sin presiones ni dificultades, al punto de que cuando ví el reloj no lo creía, iba muy abajo del tiempo.
En el mejor entrenamiento que hice marqué 2:21 y ahora llegaba a la meta en 1:56, esto sólo me deja claro de que si uno no le da cabida a pensamientos abrumadores estos no aflorarán.
Que en el disfrutar como niño y ser responsable como adulto está el balance para desplazarse con facilidad.
Sobre todo el llevar estas prácticas a la vida cotidiana, ya que sólo practicarlas en el monte sería incongruente con sus enseñanzas.   
El nevado es un refugio y el reto sirvió (sin desprestigiar) como calentamiento para tomar confianza y claridad para los siguientes retos que son más expuestos.
No puedo imaginarme las increíbles lecciones que se avecinan.



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