Recordemos a los Gigantes

El estado del mundo natural es un claro reflejo de nuestra situación como individuos y
sociedad, me refiero al descuido, como un fuerte elemento dentro de esta observación.
Si aceptaramos que nosotros somos naturaleza y dejaramos de identificarnos con números,
fechas y títulos, podríamos, siendo observadores, dejar paso a que florezca nuestra esencia,
nuestro verdadero ser.
Quienes buscamos el privilegio de conectarnos con la naturaleza, y vemos el estado de las
montañas, de nuestros volcanes, eternos guardianes dadores de abundancia y vida, hemos
reconocido reflejado en ella el estado de nuestra sociedad en general, al ver que los bosques
son explotados y contaminados, no sólo por talamontes, cazadores y camiones de arena,
también son corrompidos por intenciones superficiales.
Nuestros antepasados adoraban, protegían, hacían ofrendas a la montaña, flora, fauna,
astros, a sus dioses, ofertas que conllevaban atención y consciencia. Y si bien es cierto que
ha habido progreso, quiero invitarlos a reflexionar en nuestra verdadera identidad, en
nuestro verdadero ser, en no dejarnos llevar por la corriente de las fotos publicadas en redes
sociales para “demostrar, ser aceptados, sorprender y hasta sentirnos superiores a la misma
naturaleza, que simplemente está ahí esperando a que abramos los ojos y aprendamos de su
resiliencia, de su presencia, de su amor, de su vida.
Esta manera de alejarnos de una hermosa realidad y trasladarnos a una virtual, es la que
más temo, pues me ha atrapado en una maraña de pensamientos y conceptos que hacen que
se pierda el camino virtuoso, de aprendizaje y contemplación de la naturaleza.
Es por ello, que es mi deseo y exhortación a convertirnos en exploradores que buscan su ser
verdadero, sumerjámonos en las horas de silencio que nos otorga la montaña para hacer
una introspección:¿quién dirige mis pensamientos? ¿qué realidad estoy creando?
Nuestros volcanes que por tantos años fueron vistos como deidades, necesitan volver al
mismo plano, ahí los tenemos, los vemos reflejados en logotipos, en la vista deseada de
cualquier fraccionamiento, en postales. Siempre existe una parte de nuestro ser y del
colectivo que desea ir a la montaña, además con los regalos más profundos. No es época de
hacer sacrificios humanos ni de llenar las cumbres de adoratorios, simplemente seamos
recíprocos con las experiencias que nos permite tener la montaña.
La mente, al igual que nuestra tierra, es fértil y está dispuesta a recibir lo que le
“sembremos”. Esa siembra puede cosecharse con un sinfín de productos positivos
contagiosos, como nuestra conciencia positiva, de esta manera podemos ser recíprocos y
agradecidos con los obsequios que la naturaleza sin pedir algo a cambio nos da.
Nuestros GIGANTES, eternos guardianes, nos invitan con los brazos abiertos a salir y
recorrerlos, hacerles cosquillas, respirarles y disfrutarlos. Vamos con ese amor y respeto
que todos merecemos.

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